Universo a distancia

Existe un universo polisemántico. En él reside la katártica Galaxia kiaresca. Este universo se contrae y se expande intermitentemente. Desde tan enigmático punto se pueden apreciar violentas nebulosas y excéntricos anillos que juegan a cuestionar las leyes del universo. Incautos exploradores magentas han llevado peripécicas excursiones, sin reportar cambios de tristésica alegría, de fracasoledad. Los únicos moradores son cansadas líneas, enredaderas de colores rojos y quemados que se exaltan y multiplican al más mínimo indicio de movimiento –francamente sincronizado- de los focos invisibles. Si se tiene a la mano un telescopio virtual, es preciso avistar según recomienden los enterradores, su impredecible movimiento.



Recogeré mi corazón de la casa de empeño.

Me despertaré muy temprano en la mañana. Me tallaré los ojos para asegurarme que he despertado. Bajaré las escaleras y sentiré la piel desnuda de mis pies rozando con la alfombra. Me serviré el café de ayer en una taza. Como siempre lo tomaré frío. Toseré un par de veces e inconscientemente prenderé un cigarro. Cuando termine prepararé la ropa y me daré un baño. Me vestiré de prisa. Tomaré mi bolsa y saldré sin peinarme. Regresaré por la caja que he olvidado. No aguantaré mucho antes de volver a casa.
Caminaré tres cuadras. Me detendré en la esquina del poste caído. Tomaré el autobús de la ruta verde. Dará vuelta a la derecha dos veces. Una en cada siguiente esquina. Buscaré un asiento vacío y me sentaré tranquila. El autobús seguirá derecho y se dirigirá al centro. Pareceré distraída pero contaré los minutos en mi cabeza. Miraré por la ventana con los ojos fijos en el horizonte. Me levantaré de golpe como si hubiera olvidado mi parada.
Bajaré apresurada.
Recogeré mi corazón de la casa de empeño.
Lo meteré con delicadeza en la caja. Lo guardaré de miradas curiosas en la calle. Caminaré con gesto serio por varios minutos. Dudaré al tomar el autobús de regreso. Observaré el paisaje de la ciudad en cuenta regresiva. Me pararé unas cuadras antes y bajaré sin premura.
Al llegar a casa colocaré la caja en la mesa que da al pasillo. Sacaré mi corazón. Correré a cerrar las ventanas y las cortinas. Para que la luz no lo queme y el viento no lo enfríe.
Lavaré mis manos y tomaré con cautela el cuchillo con mas filo. Partiré mi corazón como una manzana. Le limpiaré con un trapo húmedo todo el polvo y el cochambre. Aflojaré los tornillos uno por uno. Los formaré en una línea y los mantendré en orden. Sacaré los engranes y buscaré nuevos de la misma medida. Retiraré los resortes y les haré ajustes. Le extraeré todos los tubos. Los lijaré pacientemente. Los dejaré como nuevos. Tallaré con una espátula las esquinas. Quitaré todo el oxido y lo puliré con ternura.
Reinsertaré los tornillos. Acomodaré los engranes. Pondré los resortes a presión y reintegraré los tubos. Calcularé nostalgias, heridas, lágrimas. Lo pintaré por partes.
Lo tomaré en mis manos. Iré a la cocina. Tomaré un tenedor y realizaré los últimos cambios. Cuando el corazón quede listo lo tiraré a la basura.

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